domingo, 17 de marzo de 2024

26 miles for my 26th one

Si algo teníamos claro para el mes de marzo era que íbamos a escapar de las fallas. ¿Adónde? Había varias posibilidades, pero aprovechando que Edgar todavía no tiene dos años y no paga billete al no ocupar asiento, decidimos que era una gran oportunidad para cruzar el charco por primera vez con nuestro pequeño y hacer una visita a la familia americana.

El entrenamiento para la 52 edición de la Yuengling Shamrock Virginia Marathon ha sido algo parecido al Método FIRST, con varias salidas running semanales a baja intensidad de no más de una hora para ir y volver del trabajo, además de algunas sesiones de spinning, natación y body combat.

Edgar sigue tocando corneta antes que canta el gallo; esta vez a las 4:20 de la mañana. Tras dos horas de dedicación absoluta como papá, voy con Rory hasta Virginia Beach. Son las 7:00h. La mañana es fría. El viento sopla muy fuerte del oeste; es como nuestro poniente, que deja el mar como un plato. En el trote de calentamiento previo a la carrera, me acerco hasta la playa y el amanecer me regala varias zambullidas de dos delfines, que se dejan ver cerca de la costa.

Estoy en el segundo cajón de ocho que ha dispuesto la organización para la ocasión. Somos aproximadamente 2.500 corredores para la maratón, que tomaremos la salida simultánea junto a unos 7.500 participantes de la media. Cerca de mi está el práctico de 3h35', pero esta vez sí que no se cómo van a rendir las piernas después del largo viaje de hace una semana, cómo va a afectar el jet lag, cómo va a responder mi cuerpo a los madrugones de los últimos días, cómo voy a correr sin mi equipación deportiva, que debe estar todavía en Frankfurt y ya la empiezo a dar por perdida. Hay muchas incógnitas, pero he venido a disfrutar, sin presión.

Si una milla son más o menos 1.6km, hago cálculos para tomar referencias cada dos kilómetros, y que éstas queden en un rango de tiempos entre 15 y 16 minutos. Al salir sin demasiada gente por delante, es fácil correr con espacio y en ritmos buenos desde el principio. Las millas alrededor y en el interior del Fort Story hacen apretar los dientes al ser una cuesta con poca pendiente pero mantenida. El rango de tiempos va quedando de momento más cerca del cuarto de hora que por encima. Estoy rodando cómodo y ligero. Es la primera vez que participo en una maratón en la que parte del recorrido se hace por el interior de una base militar, y esto son los Estados Unidos, así que impresiona cuando decenas de soldados uniformados no dudan un momento en empujar con sus ánimos a los corredores. 

Cuando abandonamos la parte más bonita del recorrido, iniciamos el regreso al lugar de la partida, donde la carrera se dividirá en dos: hacia la playa, quienes busquen la meta del half, y al frente, para quienes buscan doblar distancia. El rango de tiempos sigue inmaculado. Tras un breve paso por el paseo marítimo, abandonamos la ciudad para dirigirnos a la General Booth Blvd, un tamo de autopista que han cortado para la maratón, 6 millas sin apenas público ni animación, con el muro de los 30k, y con un calor que a estas horas del día ya está empezando a ser protagonista de la mañana. Por suerte, para mi sorpresa, sigo muy metido en la carrera y el ritmo sigue manteniéndose alto. En breve voy a estar de vuelta en la civilización. La ilusión de ver a la familia es la energía que necesito en este tramo final de la carrera.

Paso junto a la imponente estatua de Neptuno y le digo que esta vez sí, me va a ver cruzar la línea de meta de la maratón que preside, no como sucedió cuatro años atrás, cuando el COVID echó por los suelos la ilusión de hacer media carrera con Ginvile en lo que hubiera sido su primera 21k. Detengo el crono en 3h18'19'' (4'42''/km), consiguiendo con ello dos datos increíbles; por una parte, entrar en el Top10 de mis mejores marcas personales, y por otra parte y más llamativo aún, terminar la tercera maratón consecutiva rebajando tiempo en apenas tres meses y medio.



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