lunes, 11 de julio de 2022

Un Ironman en el infierno

Dos años de espera para cumplir un objetivo pueden hacerse largos. He intentado que cada una de las cancelaciones no me afectasen en la motivación para preparar una prueba tan exigente física y psicológicamente como un Ironman. Creo que en cierta medida lo he conseguido, con un plan de entrenamiento ajustado al tiempo libre que tenía disponible y con los ingredientes que pensaba serían ideales para tener un rendimiento igual o mejor que en 2016, aquel año en que, sin presión, conseguí mi mejor registro en un triatlón de larga distancia.

Sin embargo, en el día de poner las cartas sobre la mesa, creo que lo único que ha salido según lo planeado ha sido la estrategia nutricional, basada en frutas deshidratadas y, especialmente, en los geles y los productos Drink Mix de la compañía Maurten.

Son casi las 5:00AM. Siguiendo a la ganadora del oro olímpico en Tokyo, la triatleta de Bermudas Flora Duffy, tomo un buen desayuno a base de arroz, aguacate y plátano. La prueba no dará comienzo hasta las 8:30h, de modo que hay tiempo de sobra para hacer la digestión.

Box de salida 1h05', objetivo realista según entrenamientos. Roll start cada cuatro triatletas. El pantano Ullibarri-Gamboa es precioso, el ambiente es increíble, la temperatura del agua es fantástica para nadar con neopreno. Empieza una aventura que casi desde los primeros minutos se va a convertir en una odisea. Entiendo que al principio cueste ubicarse, pero no es normal que sea tan difícil llevar un ritmo de brazadas acompasado, que no sea capaz de aguantar los pies de otros participantes con un ritmo que considero llevadero para mis posibilidades. Se me está haciendo muy largo el primer segmento, unas malas sensaciones que horas después contrastaré con números: 1h08'12" (1'48"/100m), la peor natación de mis cuatro participaciones. Impensable para el estado de forma con el que había llegado en el agua.

Desde que terminara el Ironcat en 2017, nunca más había estado sobre la bicicleta de contrarreloj más de 90km, por una parte, porque he hecho todos los entrenamientos largos en doble sesión, y por otra parte, porque desde entonces, en estos años, he centrado mis participaciones en triatlones de media distancia, olímpicos y sprint.

Completo la primera vuelta larga más o menos en la media prevista (33.43km/h), pero empiezo a concienciarme que no voy a ser capaz de repetir este nivel si quiero llegar con opciones de hacer una carrera a pie decente. La segunda mitad del sector se hace durísimo en lo que se conoce como la llanada alavesa; para mi, una marjal con cuestas en la que el viento entra por todas partes y no hay donde esconderse de un sol que nos está abrasando sobre el asfalto.

Tengo las piernas muy castigadas. Me dejo llevar por las calles de Vitoria hasta la T2. No tengo prisa. El objetivo soñado es imposible. No voy a poder mejorar marca personal. En este momento, en mi cabeza, solo existe una palabra: Finisher.

5h48'51" (30.84km/h). Dejo la bicicleta en las manos de uno de los voluntarios. No había hecho un sector tan lento desde el Extrememan de Salou. Esta es la realidad de un día complicado que hay que saber afrontar y al que hay que saber adaptarse.

Son las 15:30h de la tarde. El termómetro está marcado 35° y tengo una maratón por delante, un circuito de 10.5km que hay que recorrer cuatro veces. Ginvile me espera en varios tramos, para ayudarme con algunos avituallamientos y para darme la energía que necesito para seguir fuerte de cabeza. La carrera es un walking dead con muchos de los participantes caminando ya desde la primera vuelta. Yo nunca había visto algo parecido en mi vida. La carrera a pie es una sucesión de tramos corriendo en los que hay que andar unos metros para refrescarse e hidratarse para poder llegar al siguiente punto de avituallamiento.

Cruzo la línea de meta de mi cuarto Ironman y primero de la franquicia después de 11h15'58" de competición y 4h04'31" (5'47"/km) de maratón en los que he recuperado 45 posiciones en mi grupo de edad desde la T2. Para mi sorpresa, por el gran número de renuncias, tengo acceso a uno de los últimos slots que me da la oportunidad de ir al campeonato del mundo de Hawaii, pero la vida me tiene preparada una sorpresa aún más grande. Ahí queda el detalle para siempre. 

Puedo decir sin problemas que hoy se ha cerrado un ciclo. Son muchos meses de muchas horas de entrenamientos semanales, estoy en una transición a un estilo de vida deportivamente menos exigente, y creo que no hay mejor sitio ni mejor evento que el Ironman de Vitoria para haberme dado este homenaje deportivo que probablemente se ha hecho esperar demasiado para no haberlo podido hacer algo mejor.

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