domingo, 11 de septiembre de 2016

Regreso anunciado tras un lustro de intervalo

El período de cuarentena de más de cinco años que he estado apartado del triatlón desde que terminara el Extrememan de Salou ha llegado a su fin. Mi tercer triatlon olimpico y primero de esta nueva etapa llega en un gran momento de forma. Me encuentro a un mes vista de mi gran reto del año, con buena parte de los deberes hechos, y con la fantástica sensación de observar cómo de una manera progresiva el cuerpo va asimilando perfectamente cada uno de los bloques en que he dividido mi preparación.



Al no ser federado, me corresponde una de las últimas salidas. A las 9:35h suena la bocina y vuelvo a entrar en sintonía oficialmente con el trideporte. Salgo más adelante de lo que solía hacerlo tiempo atrás, pero hay bastantes metros de amplitud para la salida y confío en llevar un ritmo decente para no molestar demasiado. Los primeros metros son, como siempre, frenéticos. Hay que situarse estratégicamente lo más rápidamente posible, sin dejar de dar brazadas, aguantando golpes, pues en breve el gran grupo de 200 triatletas se irá organizando por niveles y hay que estar atento para no equivocarse.



Yo tengo la suerte de encontrar pronto 'mis pies'. Ahí estaba mi sector, en esos pies a los que sin querer de vez en cuando daba una pequeña caricia en el final de algunas brazadas. Nos vamos alternando en la cabeza de un pequeño grupo 4 ó 5 triatletas, y casi sin darme cuenta, en un tiempo de 24'29" (1'38"/100m) salgo del agua para dirigirme a la primera transición, lenta, por cierto, pero no me importa; en un mes la T1 será todavía más lenta. Cuando salgo de la zona de boxes veo a dos triatletas que parecen estar organizándose. Contacto con ellos en un pequeño arreón, pero nadamás llegar, activan el turbo y se me van. Hubiera sido estúpido intentar ponerme a rueda de gente que me sacaría de punto fácilmente. Hago marcha en solitario... una vuelta, dos... Al principio de la tercera vuelta llegan dos a mi rueda. Les pido algo de colaboración y como buenamente pueden me dan algunos relevos. Así llegamos a la mitad de la cuarta y última vuelta. Me pasa un numeroso grupo con un ritmo que sé que puedo seguir pero queda muy poco para terminar este sector y decido 'dejarme llevar'. Será más fácil sacar tiempo en la carrera.

Con las piernas bastante enteras llego a la T2 con un parcial de 1h11'09" (33.73km/h). Allí está Carlos como juez y también como animador particular recordándome que me queda mi especialidad. Empiezo a correr sin tener la sensación de ir demasiado rápido, pero poco a poco voy superando a un gran número de triatletas cada kilómetro que pasa. Cuando encaro la última de las tres vueltas del recorrido a pie empiezo a sentir el cansancio en las piernas. A la fatiga que empieza a aparecer hay que añadir que son cerca de las 12 del medio día. El calor es cada vez más intenso y los avituallamientos de agua no son suficientes. Siento que bajo un punto mi ritmo. Ahora queda ya poco y los cálculos me dicen que si todo va bien estaré por debajo de las 2h30'.


Cuando subo la rampa de Veles e Vents, allí encuentro, entre la gente que se acumula en los últimos metros, los ojos de Ginvile. Insuflación de energía para el cuerpo y gran sonrisa en la cara para salir bien en las fotos. Junto a la meta, no se como pero mi madre se ha hecho un hueco y ahí está, como siempre, empujándome con sus ánimos. Termino el tercer sector en 42'38" (4'16"/km), un acumulado para el conjunto del triatlón de 2h22'58" y la posición 160 de más de 1200 participantes.

Estoy muy contento. En una prueba que era a priori demasiado rápida para mi preparación, he superado mis expectativas y mejorado mis tiempos en cada uno de los tres sectores en la distancia olímpica. Con esta gran inyección de moral, afronto desde mañana el último bloque de la preparación de mi segundo ironman. 



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