16 de Septiembre, el día de mi cumpleaños, de alguna manera ha estado relacionado con el inicio y el fin de mi aventura maratoniana por los siete continentes. En 2012, el día de mi 31 cumpleaños, en Sydney, me regalaba mi primera maratón internacional, Oceanía. Justo tres años más tarde, tan solo a falta de Asia en mi colección, el destino tuvo el detalle de regalarme el día de mi 34 cumpleaños el ser uno de los beneficiarios del sorteo de la maratón de Tokyo de 2016, con la que completaría mi viaje alrededor del mundo en 295,365 kilómetros, el equivalente a la distancia recorrida en siete maratones.
Con dos oposiciones en proceso, era un riesgo ilusionarse demasiado con este viaje, puesto que siempre le daría preferencia a un examen durante las fechas previstas antes que la posibilidad de completar mi mapamundi de maratones. Hay que reconocer que soy un tipo con suerte, que cuando lo necesito de verdad el destino se suele poner de mi lado para ser capaz de llevar a cabo buena parte de mis proyectos, Y Japón no ha sido una excepción. Tenía todos los ingredientes para poder completar mi obra maestra. Ahora ya sólo quedaba lo más 'fácil', terminar una maratón a la que llegaba en un estado de forma pésimo, ya que la cantidad de horas de estudio, las clases de inglés y la academia apenas me dejaban tiempo libre para hacer una salida medianamente decente. Aun así, me dirigía a la línea de salida con algo más importante: experiencia y, sobretodo, ilusión.
Todo lo contrario a lo que el inicio de semana parecía prever para el día de la carrera, salió una mañana estupenda, un clima agradable que permitía correr con ropa ligera. Cómo me gusta escuchar el himno de los países organizadores antes de un evento deportivo en el que tomo parte. Una maratón es un evento internacional que atrae a deportistas de muchos distintos lugares, y un himno nacional es una parte de la cultura que a mi personalmente me da envidia sana cuando viajo a otros países.
El distrito financiero de Shinjuku nos veía partir pasadas las 9:00h. Decidí correr sin reloj, pues no quería obsesionarme con el tiempo, ya que ni estaba entrenado como las anteriores maratones internacionales, ni me importaba llegar más pronto o más tarde. Eso sí, quería llegar, e intentar hacerlo con buena cara.



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