domingo, 28 de febrero de 2016

La vuelta al mundo en 295 kilómetros

16 de Septiembre, el día de mi cumpleaños, de alguna manera ha estado relacionado con el inicio y el fin de mi aventura maratoniana por los siete continentes. En 2012, el día de mi 31 cumpleaños, en Sydney, me regalaba mi primera maratón internacional, Oceanía. Justo tres años más tarde, tan solo a falta de Asia en mi colección, el destino tuvo el detalle de regalarme el día de mi 34 cumpleaños el ser uno de los beneficiarios del sorteo de la maratón de Tokyo de 2016, con la que completaría mi viaje alrededor del mundo en 295,365 kilómetros, el equivalente a la distancia recorrida en siete maratones.

Con dos oposiciones en proceso, era un riesgo ilusionarse demasiado con este viaje, puesto que siempre le daría preferencia a un examen durante las fechas previstas antes que la posibilidad de completar mi mapamundi de maratones. Hay que reconocer que soy un tipo con suerte, que cuando lo necesito de verdad el destino se suele poner de mi lado para ser capaz de llevar a cabo buena parte de mis proyectos, Y Japón no ha sido una excepción. Tenía todos los ingredientes para poder completar mi obra maestra. Ahora ya sólo quedaba lo más 'fácil', terminar una maratón a la que llegaba en un estado de forma pésimo, ya que la cantidad de horas de estudio, las clases de inglés y la academia apenas me dejaban tiempo libre para hacer una salida medianamente decente. Aun así, me dirigía a la línea de salida con algo más importante: experiencia y, sobretodo, ilusión.


Todo lo contrario a lo que el inicio de semana parecía prever para el día de la carrera, salió una mañana estupenda, un clima agradable que permitía correr con ropa ligera. Cómo me gusta escuchar el himno de los países organizadores antes de un evento deportivo en el que tomo parte. Una maratón es un evento internacional que atrae a deportistas de muchos distintos lugares, y un himno nacional es una parte de la cultura que a mi personalmente me da envidia sana cuando viajo a otros países.

El distrito financiero de Shinjuku nos veía partir pasadas las 9:00h. Decidí correr sin reloj, pues no quería obsesionarme con el tiempo, ya que ni estaba entrenado como las anteriores maratones internacionales, ni me importaba llegar más pronto o más tarde. Eso sí, quería llegar, e intentar hacerlo con buena cara.

Al principio, los kilómetros iban pasando deprisa. Estaba fresco, la temperatura era perfecta y el terreno nos era muy favorable. El hecho de tener a mi hermano esperándome en tres puntos distintos de la maratón me ayudaba a estar permanentemente motivado y sacar fuerzas extra que compensaban el desgaste que habían sufrido nuestras castigadas piernas debido a las kilométricas caminatas de los últimos días. Pero esa energía tiene un límite, y a partir del km26, las reservas empezaban a agotarse a una velocidad de vértigo. La falta de entrenamiento, las travesías de los últimos días, un incremento desmesurado de la temperatura ambiente y la orografía del terreno que en ese momento se había convertido en un continuo de subidas y bajadas, todo ello, empezó a manifestarse de repente en un cuerpo que avanzaba por inercia, movido por los ánimos incansables de los cerca del millón y medio de personas que se habían lanzado a la calle, y movido por la ilusión de encontrarme en el último tramo de la última etapa de una fantástica y apasionante aventura deportivo-cultural a nivel mundial.

Voy corriendo más con la cabeza que con las piernas. Los kilómetros se estiran cada vez más a medida que me voy acercando a la meta. Entrada a la isla de Odaiba. Un ambicioso proyecto de tres años y medio está a escasos minutos de ser hecho realidad. Me siento un triunfador. Cruzo la meta con las piernas completamente doloridas, pero contento de haber podido completar no solo una maratón más, sino la última parte de un puzzle que he ido construyendo con el esfuerzo y la ilusión de un soñador que un día tomó la decisión de lanzarse a la caza de un deseo, y hoy, ese deseo hecho realidad ya forma parte de la colección de experiencias que voy almacenando en mi banco de recuerdos para toda la vida.

Aunque las piernas me hacen tener muy presente que efectivamente vengo de terminar una prueba deportiva de larga distancia, no seré consciente al 100% del ciclo que hoy acabo de completar hasta que no pasen algunos días, puede que semanas. Aun así, no es momento de recrearse en exceso, pues estoy en medio de otro largo e importante proceso de futuro que voy a intentar sacar adelante con la misma fuerza y dedicación como suelo emplear en aquellos retos que me propongo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario