domingo, 27 de julio de 2014

Río, give me five!!

Hace tres meses una bursitis trocanterea de la pierna derecha me dejaba fuera de combate a tan solo dos semanas de la maratón de Varsovia. Por aquel entonces el destino quiso compensar este infortunio con la posibilidad de afrontar una maratón en mi quinto continente, una oportunidad que por supuesto no dejé escapar, respondiendo inmediatamente a la oferta que ese día de abril Iberia había publicado en su página web para las fechas que andaba buscando.


Así como en Europa, Norte América o incluso Asia podría ser más flexible con mi destino, para la maratón de Sudamérica solo había una posible opción: Río de Janeiro. La ciudad me atraía mucho, desde hacía mucho tiempo tenía ganas de conocer algunos de sus rincones e iconos más conocidos, y su maratón se anticipaba como un evento que presentaba como principal particularidad que 37 de los 42 kilómetros transcurrirían casi en línea recta pegados al Océano Atlántico, y a lo largo de los cuales se atravesaban prácticamente la totalidad de las playas que quedan dentro del área metropolitana de esta impresionante ciudad: desde Praça do Pontal, junto a la surfera playa de Recreio dos Bandeirantes, donde tenía lugar la salida, pasando por la kilométrica Barra da Tijuca, el fantástico panorama que se puede observar a través del túnel que pasa bajo Dos Irmaos y que enlaza Sao Conrado con Leblon, la concentración de gente y las numerosas actividades deportivas a lo largo de las famosas playas de Ipanema y Copacabana, y las hermosas vistas que desde Botafogo hasta Aterro do Flamengo se tienen del Pan de Azúcar, donde se había dispuesto la meta de las tres carreras del día; además de la prueba reina también había media maratón y family run.

Por una parte pensaba que tal vez con un día más despejado hubiera gozado más aun si cabe del espectacular panorama que se tenía con el paso de la carrera, pero por otra parte también pensaba que con un día soleado y sin nubes lo hubiera pasado realmente mal para llegar a meta debido a la humedad y las altas temperaturas que caracterizan a esta ciudad en prácticamente la totalidad del año. Un aspecto que desde mi punto de vista debería mejorar la organización de cara a futuras ediciones es la disposición de algún avituallamiento sólido, por lo menos con fruta, pues llegado un momento dado únicamente agua y Gatorade no son suficientes para reponer las energías que se están consumiendo a marchas forzadas. De todas maneras, este déficit de energía con el que llegué a la última parte de la maratón quedó equilibrado a mi paso por Copacabana, donde Rodrigo, Kamylla, Raquel y Vanalice, que cumplieron su palabra para convertirse en mi torcida personal, aguardaban a mi paso para darme con sus ánimos una buena inyección de fuerzas para afrontar los kilómetros finales.


Con mi quinto continente en el bolsillo y una fantástica experiencia en tierras brasileñas, llega el momento de regresar a casa, a mi rutina de trabajo en la playa y a darle un merecido descanso a unas doloridas piernas que mientras se encuentren en disposición de afrontar este tipo de retos, seguiré alimentándolas con kilométricas aventuras en ciudades y culturas distintas donde se respire un ambiente de deporte tan bonito como el que las carreras de larga distancia suelen llevar incluidos.

Que feliz soy de poder hacer lo que me gusta!!

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