domingo, 27 de abril de 2025

Un 42k con el motor gripado

Tengo una gran incógnita hasta el último momento: participar o no hacerlo en la maratón de Kaunas. Llegados a este punto, ya no sé si es Gripe A, B, COVID... La cuestión es que vuelvo a entrar, una vez más, en semana de competición bastante fastidiado: a Valencia llegué de milagro, Castellón la tuve que descartar, y ahora Kaunas... Creo que la ilusión que tengo por correr en la que fue mi ciudad durante casi dos años supera todas las debilidades que acumulo en los últimos días. El viernes, día límite en mi cabeza, tomo la decisión de participar en la maratón.

La mañana es muy fría. Durante la madrugada el mercurio ha alcanzado dígitos negativos. Compartimos salida los participantes de la media y la entera. A mi me gusta el formato. Es una manera sencilla de crear un gran ambiente cuando el número de participantes no es muy elevado para el 42k y estar más arropado en los primeros kilómetros de carrera.


Aunque la idea es salir conservador, cuando empieza a estirarse el pelotón y se puede empezar a correr con más libertad, las referencias que voy tomando cada dos kilómetros van quedando todas ellas algo ligeramente por debajo de 5'00/km. No es el plan, pero la mañana es muy fría, los isquios parecen dos bloques de hielo portátiles. Es más inercia que intención lo que me va haciendo moverme a este ritmo. El agua de los avituallamientos, imagino que la intemperie durante toda la noche, parece sacada del frigorífico. Cada sorbo entra en mi castigada garganta como un cuchillo afilado en invierno. No puedo apenas beber en estas condiciones. Un obstáculo adicional en esta accidentada carrera.

El itinerario hace un 180º en el Parque Kleboniskio y regresa al lugar de la partida, de nuevo, junto al río Neris. El escaso ambiente de público queda perfectamente compensado con una gran sensación de paz en plena naturaleza. El recorrido es muy similar al de Virginia Beach. Mantengo, sin pretenderlo, el ritmo por debajo de 5'00''/km hasta el km19. A partir de entonces tomo la decisión de ser un punto realista y aumentar las referencias hasta 5'15''/km. Al llegar a Panemune, el recorrido se convierte en un circuito rompepiernas, arriba y abajo, césped, gravilla... Siento que las fuerzas me van abandonando. Mentalmente me está costando seguir en carrera. Voy perdiendo renta hasta que al llegar al km37, pienso que en este momento, lo mejor es ir kilómetro a kilómetro y ya no pensar en referencias. Estoy completamente fundido.

Km38. Cruzamos de nuevo el puente Panemune, que separa en este tramo de la carrera la naturaleza de la civilización, la belleza de un viacruicis que ha agotado mi energía a la recta final de una mañana que se me está haciendo muy larga. Cada kilómetro es una eternidad. Me acaba de superar el grupo de 3h45', por lo que el ritmo debe ser muy superior a 6'00''/km.

Poco después de pasar junto al km41, finalmente observo a lo lejos la silueta del Zalgiris Arena. Justo enfrente, el parking del centro comercial Akropolis, por debajo del cual pasa la carrera hasta llegar a..., una trampa mortal!! La organización ha dispuesto una doble rampa de gran pendiente, primero en subida y luego en bajada a escasos metros del final. No lo dudo ni un instante, subo andando, apoyándome con las manos en las rodillas a cada paso. Me dejo llevar cuesta abajo y, ya con la inercia, entro en meta con un tiempo de 3h50'21'' (5'27''/km). 

Me hubiese gustado correr en Kaunas con otras sensaciones, pero esta vez no ha podido ser. Toca recuperarse a todos los niveles y dejar aparcado el deporte de resistencia durante una larga temporada.


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