domingo, 26 de abril de 2015

Cum Laude en Varsovia

Mi décima maratón me llevaba hasta la capital de Polonia, adonde un año atrás me quedé con las ganas de ir por una lesión de última hora. Lo que estaba claro era que tarde o temprano Varsovia me vería correr por sus calles ya que algo me decía que su maratón de abril tenía muy buena pinta... y mi sexto sentido no estaba equivocado. La Orlen Warsaw Marathon es el evento deportivo que a día de hoy mejores sensaciones de organización me ha dejado de cuantas he participado en mi vida. No había ni un solo detalle dejado al libre albedrío. Los aledaños del moderno estadio Narodowy se habían convertido en una gran disposición de gigantescas carpas con todo tipo de servicios para corredores y espectadores: sala de masajes, duchas, vestuarios, bares, restaurantes, parques infantiles, además de una completísima expo en donde finalmente pude comprar los suplementos energéticos que no encontré por ninguna parte en Kaunas.

La preparación no era ni mucho menos la mejor de cara a esta fecha ya que desde la Antártida hasta mi regreso a Lituania, entre unas cosas y otras apenas había podido salir a correr en condiciones una o dos veces. Estando a 1 de abril, tan solo contaba con dos semanas y media para mi puesta a punto. Decidí ponerle un punto de riesgo y entrar de cabeza en la semana 7 de mi plan de entrenamiento sin saber hasta qué punto mi cuerpo podría asimilar una carga de kilómetros tan grande después de estar prácticamente parado durante un mes entero. Puede que como dice mi amigo Miguel mi organismo cuente con un período de supercompensación especial, porque la verdad es que mis piernas hicieron una digestión perfecta del generoso menú que había preparado para la ocasión. Aunque el poco entrenamiento de calidad me transmitía muy buenas sensaciones, estaba mentalizado en que no había entrenado lo suficiente, y que por tanto no iba a poder hacer maravillas.


A diferencia del sábado, día fantástico, soleado y alrededor de 24ºC en sus horas centrales, el domingo amanecía nublado, frío y con una ligera llovizna refrescante que agradecería durante todo el recorrido. 

Avenida Wybrzeze Szczecinskie. Casi 8.000 personas aguardamos el inicio de la maratón hasta que a las 9:30 el pistoletazo de salida indicaba el comienzo de la prueba reina del fin de semana. Al encontrarme en el segundo cajón, me veo obligado a hacer una salida rápida y prolongarla durante unos cuantos minutos para no molestar a los que vienen desde atrás con metas más exigentes que la mía. La idea sería intentar mantener un ritmo inferior a 5'/km para terminar en menos de 3h30', un objetivo asequible y abierto a mucho margen de mejora según fuera transcurriendo la mañana. Son solo los primeros kilómetros y ya estoy rodando mucho más rápido de lo que debería, y yo se de sobra que esto especialmente en una maratón termina pasando factura. Bueno Rafa, la renta que cojas ahora la perderás luego, porque a este ritmo a duras penas llegarás al kilómetro 30, donde el tío del mazo te pondrá en tu sitio. Bah!! Mientras baje de 3h30' contento...

Con un ritmo entre 4'30'' y 4'35''/km van pasando los kilómetros con bastantes buenas sensaciones. No era esta mi idea, pero ya puestos, intentaremos mantenernos ahí, que parece que las piernas se encuentran cómodas con esta velocidad. Reparto los geles estratégicamente entre los kilómetros 15, 29 y 36. Me siento muy fuerte y el ritmo no decae en ningún momento. En el km30 el tío del mazo casi echa a correr del susto cuando me ha visto llegar como un miura, pero tiene que estar ahí porque tarde o temprano será verdugo de más de un corredor. 

Han pasado tres horas desde que crucé el puente Swietokrzyski por primera vez, y ya estoy de nuevo ahí. Es el kilómetro 40 y para desviar de la cabeza los primeros síntomas claros de fatiga que empiezan a aparecer, retrocedo unas horas en el tiempo hasta situarme en la tarde de ayer, cuando corría junto a Ginvile los últimos dos kilómetros de su 4.6 km "biegam, bo lubie pomagam" charity walk-run. Hoy ella es una espectadora más, la imagen que más ganas tenía de ver. Puede que ni siquiera un cuarto gel me hubiera dado más energía en el momento en que allá a lo lejos Ginvile asomaba la cabeza, me regalaba una gran sonrisa y me hacía volar hacia la línea de meta, que se encontraba a apenas 100 metros de donde ella se encontraba. Con un tiempo real de 3h12'08'' conseguía, para mi sorpresa, mi segunda mejor marca personal en una mañana en que todo había salido a pedir de boca.


Con un fin de semana espectacular y unas fantásticas sensaciones deportivas en la pequeña expedición lituana desplazada a Polonia doy por terminada la temporada de maratones como mínimo hasta después de verano.

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