domingo, 13 de octubre de 2013

Haciendome 'Major' en Chicago

Mi proyecto deportivo a escala mundial me ha llevado en esta ocasión a Norte América, donde mataba dos pájaros de un tiro, pues la 36ª edición de la Bank of América Chicago Marathon iba a convertirse en mi cuarto continente y mi primera de las llamadas 'World Marathon Majors', las seis maratones más importantes del calendario internacional, seis eventos que algún día me gustaría tener en mi colección personal de carreras.

En Europa es la de Nueva York la maratón que más nombre tiene de los Estados Unidos. Boston es ya suficientemente conocida por todo el mundo también, pero no por ser una de las maratones más importantes del mundo, o por ser la más antigua con 118 ediciones, sino especialmente por los atentados que el pasado mes de Abril convirtieron el ambiente de fiesta de un gran evento deportivo en un desastre, el día en que por la razón que sea una serie de personas decidieron ser protagonistas de la peor manera posible para destrozar las ilusiones de miles de corredores y cientos de familias. Además de estas dos grandes sedes, Chicago es la tercera ciudad estadounidense que alberga una major.


Si esta ciudad me ha sorprendido hasta tal punto que puedo decir que se encuentra entre las dos o tres que más me gustan de las que he visitado en mi vida, su maratón no se le queda atrás, pues es sin duda el evento deportivo más espectacular y bien organizado en el que he participado jamás, con un despliegue de personal, instalaciones y facilidades para que a los atletas no les faltase de nada que solo unas pocas ciudades de unos pocos países se pueden permitir.

Como venía siendo costumbre desde el primer día que llegué, esta mañana me he despertado muy temprano. Eran las cinco de la mañana y la mitad de los huéspedes del alojamiento ya estaban en pie. Corral E, ese era mi punto de partida, la primera oleada, el grupo de corredores que se habían inscrito con un tiempo aproximado de entre cuatro horas y cuatro horas y cuarto. A falta de escasos minutos para la salida, un respetuosísimo minuto de silencio por la tragedia de Boston hace que solo se escuchen las hélices de los cuatro helicópteros que la organización ha dispuesto para seguir la prueba. Un emotivo momento seguido de otro no menos emocionante, cuando una cantante afroamericana empieza a entonar a capela las primeras notas del himno de los Estados Unidos de América, que es inmediatamente acompañada por las voces de miles de americanos que con la mano en el corazón se preparan para la estupenda mañana que nos ha regalado este domingo de Octubre.

Con un desfase de ocho minutos desde el pistoletazo de salida pasaba por el kilómetro 0. Había comenzado mi quinta maratón oficial. La cantidad de participantes, el hecho de estar en un escenario increíble, la oportunidad de vivir una vez más un sueño, todo esto me sube de repente desde muy adentro cuando a penas llevo unos metros de carrera, tanto que se me escapan algunas lagrimas de emoción, emoción por sentirme afortunado de hacer aquello que me hace feliz.


Cerca de dos millones de espectadores abarrotaban las calles de los 29 barrios por donde pasaba la maratón. Yo no he visto en mi vida tanta gente animando con tanto entusiasmo y energía, indistintamente tanto a los que corrían por debajo de tres minutos el kilómetro como a los que iban a terminar la prueba con más de seis horas. Se trataba de un pasillo de gente de 42 kilómetros que nos llevaban a los corredores en volandas con sus gritos, sus pancartas, sus avituallamientos improvisados.

Había activado el cronómetro a mi paso por la salida, pero la verdad es que no le he hecho caso en toda la mañana, pues el objetivo no era ni mucho menos hacer marca, sino disfrutar al máximo de una carrera espectacular e intentar no dejar escapar ni un solo detalle a través de los seis sentidos, los cinco que me corresponden como persona además de mi sexto sentido en estos grandes eventos, la cámara GoPro que me viene acompañando en mis grandes aventuras desde que empecé este superproyecto deportivo, que me permite recoger un buen número de recuerdos que su día quedan transformados en una bonita película, y que se trata además de un elemento exaltador de masas sociales, pues independientemente de la edad que se tenga, la gente se vuelve literalmente loca cuando es enfocada con ella.


Aunque he caminado en la mayoría de los avituallamientos para beber tranquilamente e incluso he tenido que hacer una parada de emergencia, yo sentía que estaba yendo bastante bien, sobretodo cuando con el paso de los kilómetros quedaban atrás primero el grupo de las 4 horas, luego el de 3h55', y así sucesivamente hasta el de las 3h40', que con el desfase de la salida me llevaba a pensar que me encontraba incluso algún minuto por debajo del ritmo de este grupo. No iba mal encaminado cuando a escasos cientos de metros de la meta el Timex me decía que estaba ligeramente por encima de las tres horas y media. Cómo animaba la gente en estos metros finales!! La maratón se me había pasado volando. Había disfrutado como un niño, y además había acabado de hacer una marca impensable antes de empezar de la manera que me había planteado la carrera, pues cruzaba la meta con un tiempo de 3h35'02'', a una media de 5'06'' por kilómetro.

Con una experiencia más en la mochila, más de la mitad de mi proyecto recorrido, una fantástica sensación de disfrute en el cuerpo y unas cuantas agujetas en las piernas, llega el momento de regresar a casa, donde me esperan con ganas de escuchar mis nuevas aventuras y donde toca volver a cargarse de energía para los siguientes retos que tengo en mente.

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