A Berlín no había venido de turismo. Ya la había explorado a fondo en el pasado cuando estuve viviendo por un corto período de tiempo en la capital alemana. El propósito principal de mi viaje en esta ocasión era un ambicioso reto deportivo. Para ello, contaba con el equipo al completo: Ginvile, mi fisioterapeuta, mi nutricionista, mi talismán; y yo, el encargado de la logística, el entrenador, el psicólogo y el atleta. Del resto del equipo hablaré más adelante.
Las previsiones meteorológicas no auguraban una mañana fácil, con lluvia, viento y alta humedad. No me preocupa demasiado. Esto no es Boston con su perfil rompepiernas. Estoy en la cuna de los récords mundiales y se que hoy sí que lo puedo conseguir. Una magnífica preparación de 14 semanas completada al 98%, un cuidado y variado hábito alimentario, 16 maratones de experiencia, más fuerza mental que nunca, y la sensación de encontrarme en el pico de mi rendimiento deportivo. Todos estos ingredientes gourmet han de ser la base para una maratón insuperable.
A las 9:15h tengo la salida. Estoy en el corral C (2h50'-3h). A diferencia de Sevilla, esta vez la organización sí ha tenido el detalle de permitirme el cambio al siguiente cajón. La estrategia es iniciar la carrera con los prácticos de las 3 horas, un arma de doble filo, porque si bien es cierto que te permite ir a resguardo dentro de un grupo, al mismo tiempo, tienes que pelear constantemente por tu posición en la parte delantera del mismo, especialmente durante caos generalizado que hay en los primeros kilómetros.
Paso la media maratón en 1h29'14" (4'13"/km). Me siento muy cómodo con el ritmo. El nuevo práctico que ahora está liderando el grupo no mantiene la velocidad sino que va dando pequeños acelerones. No me gusta cómo está gestionando la carrera. Yo soy diésel, de modo que en una de las ocasiones en que aminora el paso en una estación de avituallamiento, decido añadir una pizca de riesgo, aumento un punto la velocidad de crucero y dejó atrás al práctico, al grupo y a los golpes que todavía seguían sucediéndose en su interior.
Km35. El cielo de Berlín adelanta con su lluvia las lágrimas de felicidad que en breves minutos inundarán mis ojos. En el km41 Ginvile, refugiada debajo del paraguas, me transmite sus ánimos al estilo lituano: "Lyja lietus, bet tu ne cukrinis - Neistirpsi!!". Unter den Linden. El chaparrón no es un impedimento para que aficionados de todos los rincones del mundo se amontonen a ambos lados de la gran avenida, que poco a poco se va estrechando a medida que nos acercamos a la Puerta de Brandemburgo, para dar el último aliento a sus amigos y familiares. Antes de pasar por debajo de sus arcos, le dedico un guiño a la diosa Victoria, que conduce triunfalmente su cuádriga, y le digo que hoy es también mi día de gloria.
Veo a lo lejos la meta, pero esos escasos cientos de metros se me hacen tan largos como le debe haber pasado a Bekele hace casi una hora, que se ha quedado a tan sólo 2" del récord del mundo. Cruzo la meta en 2h58'39" (4'14"/km). Mejor marca personal y quinta estrella Major (solo me falta Londres).
Hay deportistas que sueñan con llegar a unos Juegos Olímpicos, participar en unos mundiales o simplemente formar parte del más alto nivel. Hoy he alcanzado mi sueño como atleta amateur que soy. La constancia y dedicación han dado sus frutos y he logrado traspasar la barrera de las 3 horas, ese dígito que, simbólicamente, ahora ya comparto con los más grandes. El hastack de la maratón de Berlín de esta edición era #berlinlegend. Pues bien, así me siento hoy, leyenda viva de mi propia historia deportiva. Te lo dedico a ti amigo mío. Gracias por acompañarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario